martes, 27 de julio de 2010

MINISTROS EXTRAORDINARIOS DE LA COMUNIÓN


RECOMENDACIONES PRÁCTICAS PARA UN MEJOR EJERCICIO DEL MINISTERIO EXTRAORDINARIO DE LA COMUNIÓN

En nuestras Parroquias son personajes de mucha importancia los Ministros Extraordinarios de la Comunión. Muchos de ellos sienten un pequeño "aliento" de grandeza ante tan alto Ministerio, que hasta miran a los demás por debajo del hombro. Estas recomendaciones van dirigidas a ellos, a quienes considero mis amigos, y también a sus Párrocos, para que los ayuden a vivir convenientemente este encargo eclesial.

1. Ninguno de los Ministros Extraordinarios de la Comunión (y no de la Eucaristía) debe considerarse sacerdote o clérigo de cuarto grado u orden. No se trata de una consagración o una institución, sino de delegación, designación o nombramiento para el momento o acto por determinado tiempo.
2. Consideren seriamente que esta condición de "ministros" no es un privilegio, sino un servicio para bien de los demás. Esto les exige dignidad y ante todo humildad al desempeñar su función u oficio, pues siguen siendo laicos. Desde la oración, particularmente con la Liturgia de las Horas, han de potenciar este ministerio.
3. Aparezcan siempre como laicos sin necesidad de asimilarse al Clero; permanezcan laicos a la vista de la comunidad. El vestido, por consiguiente, ha de ser digno y adecuado; han de tener cuidado con la limpieza de sus manos y uñas. No han de usar vestiduras sagradas del ministro ordenado.
4. Si son encargados o se les encomienda una celebración de la Palabra con distribución de la Comunión en ausencia del Presbítero, no se arroguen o atribuyan el derecho de presidir, sino considérense animadores, guías o moderadores de la asamblea reunida.
5. La razón válida que justifica la existencia de los Ministros extraordinarios de la Comunión no es la carencia de ministros ordenados, sino que así estamos dando otra imagen de Iglesia (con conciencia ministerial), ajustada a las necesidades del mundo y de igual modo se pone de manifiesto la dignidad del Laico.
6. Al exterior reflejamos aquello que va por dentro. Por eso, importa mucho la actitud espiritual interior.
Respeto y aprecio a la Eucaristía: es decir, tener un sentido de lo sagrado. Esto se manifiesta en el modo de actuar (con naturalidad, no en forma postiza), en la postura externa (pierna cruzada durante la celebración), en los gestos (genuflexión distraída y apresurada) y en la rutina o monotonía (cansancio).
Respeto y amor a la comunidad a la cual sirven (que jamás se les suba el ministerio, o resulten mandando más que el Párroco: "hoy no confesamos"). Su tarea consiste en ayudar a sus hermanos a que se incorporen más plenamente en el "Cuerpo de Cristo" por la recepción de la Eucaristía, y facilitar el encuentro de fe a quienes no pueden acudir a la celebración comunitaria por enfermedad e impedimento.
7. Este ministerio debe ir unido a una actitud de disponibilidad generosa y permanente. De ninguna manera puede aparecer como "afición", "fiebre" u "obsesión", menos como "enfermedad". Dios nos libre de Ministros extraordinarios que quieren estar en todo, en toda celebración, y pretenden acapararlo todo. No olvidemos que la prudencia hace verdaderos sabios y que la virtud está por medio.
8. No busquen reverencias ni recompensas. No hay derecho a remuneración de ninguna clase; es un servicio sin ánimo de lucro que se presta con desinterés, alegría y mucha fe
9. Este ministerio requiere una adecuada preparación (estudio continuo, lectura asidua), sana doctrina y ejemplar conducta de vida (coherencia entre lo que decimos y hacemos). Los retiros espirituales, los cursos, las convivencias, los encuentros etc. se enmarcan dentro de este punto. Por ignorancia cometemos abusos y está comprobado en liturgia que entre menos sabemos más cosas raras hacemos.
10. Valoren frecuentemente el Sacramento de la Penitencia y consideren que a mayor confesión de los pecados mayor aumento de la gracia bautismal. Eucaristía sin confesión es pura ilusión.
11. No en toda la celebración actúan como Ministros extraordinarios; la misma terminología lo dice: "sólo para casos extraordinarios" cuando se prevé que será excesivo el número de comulgantes o por razones pastorales.
12. Nunca utilicen el ambón o lugar de la Palabra para hacer las moniciones, entonar los cantos, dar avisos, pronunciar palabras de agradecimiento u ocasión etc. Este lugar es exclusivo de la Palabra de Dios.
13. La homilía no se puede confiar al Ministro extraordinario de la Comunión; es viable la posibilidad de una monición explicativa a la Palabra o un testimonio dado en su momento, sin que ello llegue a confundirse de ninguna manera con la homilía.
14. La postura de rodillas ha de conservarse, pero siempre y cuando llegue a haber por parte de los fieles la debida atención. No se trata de una representación sino de un Memorial; por lo tanto vale la pena observar el misterio de la fe que realiza el sacerdote. Además, recordemos que las aclamaciones siempre se proclaman de pie.
15. La Doxología (Por Cristo, con Él y en Él...) es eminentemente presidencial. Ojalá que así sea, y luchemos para que no la hagan todos al tiempo.
16. Valoremos el significado del saludo de la paz, que debe ser signo de fraternidad (antes de comulgar con Cristo entramos en comunión con los hermanos) y apenas debe darse a los que estén a nuestro lado. No devaluemos este gesto convirtiéndolo en un "recreo litúrgico".
17. Ojalá que el Ministro extraordinario no ejerza su función reemplazando a quien preside, para que éste se siente, o entone los cantos de comunión.
18. Enseñen a sus hermanos a comulgar como es debido: manos puestas para comulgar en la mano, brazos cruzados y manos juntas. Esperen la respuesta que da el comulgante.
19. Como Ministros extraordinarios cuando comulguen no lo hagan como si fuera un "autoservicio", ya que la comunión se da y se recibe del hermano y no está bien tomarla por su propia cuenta.
20. Cuidado con quienes reciben el Cuerpo de Cristo en la mano. Se escuchan comentarios sobre los gravísimos abusos que se dan: bajo este pretexto se están valiendo para llevar el pan consagrado a cultos satánicos. Otros no saben comulgar en la mano: manos sucias, en una sola mano (la otra ocupada) y otros hacen la señal de la cruz con la hostia. Pongamos más atención y no seamos ingenuos.
21. En la visita a los enfermos, al llegar a la pieza hay que prever que se disponga de una mesa con un mantel sencillo, un cirio o velón, un florero y un vaso con agua. Si uno encuentra personas que cuidan al enfermo y quieren comulgar, se les puede dar también la Comunión.
22. El ayuno eucarístico recomendado a los enfermos o impedidos es de un cuarto de hora; sin embargo en algunos casos habrá que esperar un momento nada más (si acabó de comer) para no privarlo de la Comunión.
23. ¿Cómo consumir? Si se dificulta o se hace dispendioso volver al lugar de la reserva para depositar el pan Consagrado sobrante, el Ministro extraordinario puede consumir tan pronto como hayan terminado las visitas programadas a los enfermos. No olvide purificar ahí mismo sobre un vaso con agua, que ha de tomarse o depositar en tierra (nunca debe correr por el caño).
24. Si se llegara a dar el caso de la "devolución" de la hostia por parte del enfermo, bastaría con retomarla con los dedos o recibirla en un vaso con agua y luego colocar todo bajo tierra.
25. La Reserva Eucarística siempre va con nosotros y no la podemos dejar olvidada en cualquier parte; mucho menos nos permitimos la entrada con Ella a todo establecimiento.

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