jueves, 28 de noviembre de 2013

Los Ornamentos Liturgicos




LOS ORNAMENTOS

LITURGICOS
 


Estas catequesis que cada semana iremos desarrollando sobre algún aspecto fundamental de nuestras celebraciones litúrgicas, son con el objeto de servir de formación  a todos los católicos que quieran vivir su fe con profundidad, y para ayudar a que la participación en las celebraciones sea cada vez más sentida y vivida.
Esta participación es una exigencia que tiene una doble proveniencia:
a) de la naturaleza misma de la liturgia, que es participación eclesial en el misterio salvador de Cristo,
b) de la identidad del pueblo cristiano, que por su sacerdocio común, recibido en el Bautismo, se asocia al sacerdocio de Cristo y debe por tanto tomar parte en la celebración de los misterios (sc 14).

En el día de hoy hablaremos sobre la importancia y el sentido  de los ornamentos litúrgicos que el sacerdote usa durante las celebraciones:

Los ornamentos litúrgicos- el alba, la estola y la casulla- que el sacerdote lleva durante la celebración de la sagrada eucaristía quieren evidenciar, ante todo, que el sacerdote no está aquí como persona particular, como éste o aquél, sino en el lugar de otro: Cristo. Su dimensión particular, individual, debe desaparecer para dar cabida a Cristo. " Y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí", estas palabras con las que san Pablo expresa el nuevo ser del bautizado, partiendo de su experiencia personal de Cristo (Gál 2,20), tienen una validez específica para el sacerdote celebrante. No es él el que importa, sino Cristo. No es él mismo el que se comunica a los hombres, sino que ha de comunicarlo a ÉL. Se convierte en instrumento de Cristo, no actúa por sí mismo, sino como mensajero, como presencia de otro- "in persona Christi"-, como dice la tradición litúrgica.
Los ornamentos litúrgicos nos recuerdan directamente los textos en que san Pablo habla de revestirse de Cristo: "En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo" dice en la carta a los Gálatas (3,27).

Los ornamentos litúrgicos remiten más allá del significado de las vestiduras exteriores, son anticipación de la vestidura nueva, del cuerpo resucitado de Jesucristo, son anticipación de lo nuevo que nos espera después de la destrucción de esta "tienda" y que nos da una "morada permanente". 

En su reflexión sobre la teología de las vestiduras, los Padres han tomado en consideración otros dos textos que, también nosotros queremos retomar en este momento, para llegar a una mejor comprensión de los ornamentos litúrgicos. En primer lugar está la historia del hijo pródigo, en la que el Padre, después de haber abrazado al que ha vuelto a casa, da la orden: "Traed a prisa el mejor vestido..." (Lc15,22). El texto griego dice el "primer" vestido y fue así como lo leyeron y entendieron los Padres. El primer vestido es para ellos el vestido en el que fue creado Adán  y que había perdido por querer hacerse igual  a Dios. Desde entonces, todos los vestidos que el hombre lleva no son más que pobres sucedáneos de la luz de Dios, que proviene del interior y que era su verdadero "vestido". De este modo, los Padres vislumbraban en la historia del hijo pródigo y su vuelta a casa, la historia de la caída de Adán ,la caída del hombre (Gn 2,7) , y entendieron la parábola de Jesús, al mismo tiempo, como el anuncio de la vuelta a casa y la reconciliación del hombre: el que vuelve a la fe, vuelve a casa, recupera el "primer" vestido; queda revestido, nuevamente, de la misericordia y del amor de Dios, que son su verdadera belleza.
El gran arco que va desde la creación y la caída de Adán hasta el vestido blanco de la eternidad , está contenido en el simbolismo de los ornamentos litúrgicos y todo ello fundado en el centro cristológico: "Revestíos de Cristo", sed, ya  ahora, una sola cosa con ÉL, miembros de su cuerpo.

JOSE DE JESÚS LAMA
Miembro comité de liturgia parroquia Espíritu Santo. 

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