lunes, 2 de diciembre de 2013

LITURGIA DE LA PALABRA


LITURGIA DE LA PALABRA

 

La semana anterior comenzamos a desarrollar las partes diversas de la misa y habíamos explicado en su totalidad los ritos introductorios  los cuales dijimos q comenzaban con el canto y la procesión de entrada y culminaban con la oración colecta; como se sabe la misa consta de dos partes a saber: la liturgia de la palabra y la Eucaristía. Están tan íntimamente unidas que constituyen un solo acto de culto ( S.C 56.)

En esta oportunidad hablaremos sobre LA LITURGIA DE LA PALABRA.

 

Se le denomina LITURGIA DE LA PALABRA porque la palabra de Dios es para ser celebrada ya que no solamente somos salvados por el poder del Pan y del Vino consagrados, sino también por la escucha de la Palabra de Dios.

Quien escucha mi palabra y cree en el que me envió, tiene la vida eterna” (Jn 5,24 ; cf. Lc 11,28).

 
El designio de Dios consiste en la comunicación de sí mismo, no tanto de sus ideas, como de su propia vida. Jesucristo es la plenitud de la revelación del Padre. Él habla las palabras de Dios y consuma la obra de la salvación q le fue confiada. La liturgia, palabra y signo sacramental, expresa el misterio de la salvación. En la acción litúrgica, Dios habla a su pueblo, Cristo sigue anunciando el Evangelio. (Sc 7).

 
El esquema de la liturgia de la Palabra está concebido como una estructura dialogal, donde Dios habla (lecturas bíblicas, principalmente el Evangelio, y su aplicación a la vida: la homilía) y el pueblo responde (salmo responsorial, aleluya, silencio, profesión de fe y oración de los fieles)  (IGMR 55).

 
·       Dios habla:

Las lecturas q preceden el Evangelio, el propio Evangelio y la homilía son elementos de una estructura dialogal descendente es decir por medio de ellas Dios habla a su pueblo.

 
Los domingos y solemnidades se proclaman dos lecturas,  la primera del Antiguo Testamento ( en tiempo pascual se toman las lecturas del libro de los Hechos) y la segunda de las cartas apostólicas. Los demás días se proclama una sola lectura.

 

Evangelio:

La lectura del Evangelio constituye el punto culminante de la liturgia de la Palabra (IGMR 60).  Es decir toda la Escritura es Palabra de Dios, pero no todo lo q Dios dice es igualmente importante. Es innegable q la revelación va progresando  hasta llegar a la proclamación del Evangelio de allí q su proclamación se distinga de las demás lecturas: la realiza un ministro ordenado, la asamblea recibe su proclamación de pie, al libro de los Evangelios se lo venera de un modo particular (cirios, incienso, saludo) (IGMR 60).

 

Un signo q quisiera comentar y q tal vez porque lo  hacemos de manera mecánica por desconocimiento de su significado pasa desapercibido, pero q la tradición de la Iglesia le ha dado un sentido precioso es el de persignarse tres veces antes del Evangelio y es el siguiente:

-En la frente: para que este Evangelio penetre mi inteligencia y lo pueda comprender

-En la boca: para que pueda proclamarlo.

-Y en mi corazón: para q pueda amarlo.

 
La Homilía:

Viene de la palabra griega homilein, que significa “conversar familiarmente” con alguien. La homilía es una conversación familiar cuya finalidad es aplicar, además de explicar, el mensaje de Dios a este pueblo creyente reunido aquí y ahora bajo determinadas circunstancias de espacio y tiempo. De este modo se introduce al pueblo en el misterio de la salvación que se ha anunciado.

La preparación de la homilía debe ser esmerada y su duración proporcionada a las otras partes de la celebración (Puebla 930).

 

·       El pueblo responde:

 
La dimensión ascendente de la liturgia de la Palabra vista como diálogo, está compuesta por el salmo responsorial, la aclamación antes del Evangelio, el silencio, la profesión de fe y la oración de los fieles.

 
Salmo responsorial:

Se le llama responsorial, no tanto porque repetimos un estribillo después de cada estrofa, sino porque con el salmo el pueblo le responde a Dios que nos ha hablado en la primera lectura. Para que el hombre sepa como alabar y responder correctamente a Dios, decía San Agustín, Dios mismo ha inspirado la manera cómo el hombre debe hacerlo. El salmo constituye un verdadero espacio de oración contemplativa.

 

Aclamación antes del Evangelio:

El Aleluya, o según el tiempo litúrgico, el versículo antes del evangelio, permiten a la asamblea saludar al Señor q va hablarles y profesar su fe con el canto. Se canta estando todos de pie, iniciándolo los cantores o el cantor, y si fuere necesario, se repite, PERO EL VERSÍCULO ES CANTADO POR LOS CANTORES O POR UN CANTOR. (IGMR 62).

La norma es muy  clara dice q el versículo es cantado por los encargados del canto. La práctica es bien diferente ya q lo q se ve es que el q hace el salmo (días de semana) o la segunda lectura (domingos o solemnidades) se queda para leer este versículo, convirtiendo el Aleluya en un segundo Salmo responsorial lo cual es incorrecto.
 
El silencio:

Favorece la meditación y, por eso, hay q evitar cualquier forma de apresuramiento q impida el recogimiento. Este silencio se puede tener antes de comenzar la liturgia de la palabra, después de la primera y segunda lectura, o al terminar la homilía. (IGMR 56).

 

Profesión de fe:

“El símbolo o profesión de fe se dirige a que el pueblo asienta y responda a la palabra de Dios que ha oído en las lecturas y por medio de la homilía y recuerde la regla de la fe antes de empezar a celebrar la eucaristía” (IGMR 67).

En otras palabras cuando Dios habla a su pueblo es el “Yo te amo” de Dios; y cuando el pueblo le responde con el credo o profesión de fe le dice a Dios “Creo en ti, porque tú nos amas”.

Un error muy generalizado cuando se llega a este punto, es que muchos al profesar su fe, levantan la mano derecha como juramento, siendo este lenguaje corporal erróneo ya q como su nombre lo indica el credo es responder de manera  libre y espontánea (profesar)  a la palabra de Dios.

El misal llama la atención sobre este aspecto  en el numeral 9  página XCII el cual se titula: INSTRUCCIÓN PASTORAL DE LOS OBISPOS DE COLOMBIA  SOBRE ALGUNOS ASPECTOS IMPORTÁNTES EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA.

 

Oración de los fieles:

La asamblea cierra la liturgia de la Palabra con la oración de los fieles. En ella ejerce su sacerdocio bautismal respondiendo a la palabra que ha sido proclamada (IGMR 69).

Lo podemos explicar de la siguiente manera:

“Tú nos has dicho que quieres salvarnos. Lo creemos. Entonces, Señor, ¡sálvanos hoy de esto o aquello!”

 

La serie de intenciones de ordinario será:

-Por las necesidades de la Iglesia.

-Por los que gobiernan y por la salvación del mundo.

-Por los que sufren por cualquier dificultad.

Por la  comunidad local.

 Sin embargo, en alguna celebración particular, como en la Confirmación, el Matrimonio o las Exequias, el orden de las intenciones puede amoldarse mejor a la ocasión.

 Como nos podemos dar cuenta después de haber explicado su sentido, la oración de los fieles es una lástima no hacerla normalmente en las Misas a las que asiste el pueblo.

 Dios les bendiga y hasta una próxima ocasión;

Joe.

jueves, 28 de noviembre de 2013

El Altar


EL  ALTAR




Todos los elementos de una iglesia sobre todo el altar, el ambón y la sede( la cual nos referimos en la catequesis de la semana anterior), los podemos llamar los tres polos de la celebración y que se sitúan en el presbiterio nos quieren recordar que Él está presente. Es bueno que apreciemos el lugar donde celebramos los sacramentos y, sobre todo, la Eucaristía. Pero también es muy importante que conozcamos el sentido que tienen sus diferentes espacios para que no solamente los veamos como lugares u objetos funcionales sino , que a la vez, como signos o símbolos de la presencia salvadora de Cristo. En todos esos espacios es Cristo quien actúa.

En el día de hoy hablaremos un poco sobre el otro polo de la celebración como lo es el altar:
El altar es el punto de referencia y el centro de la atención de todos, sobre todo en la segunda parte de la Misa. Es a la vez "ara de sacrificio", porque en él celebramos el memorial del sacrificio de la Cruz, y "mesa" donde Cristo invita a su Pueblo al mejor banquete, su Cuerpo y su Sangre.

Para entender un poco más el sentido del altar enumeraremos unas cuantas características como son:

A) El altar debe ser una mesa : Para los cristianos el altar tiene ante todo una connotación sacrificial: "el altar de la nueva alianza es la Cruz del Señor (HB 13,10), de la que manan los sacramentos del misterio pascual. Sobre el altar, que es el centro de la Iglesia, se hace presente el sacrificio de la cruz bajo los signos sacramentales" (CEC 1182). Pero predomina el sentido  de comida eucarística: "el altar es, además, la mesa del Señor, para participar en la cual es convocado en la misa el pueblo de Dios" (IGMR 296). Por esto mismo es necesario vestirla festivamente con manteles  bien visibles para que parezca más la mesa de un convite que el ara de un sacrificio. Debe aparecer muy visiblemente como la mesa de la familia cristiana, donde ésta celebra la cena del Señor.

B) El altar debe estar separado de la pared para celebrar de cara al pueblo: Para que los signos de la celebración le hablen también al pueblo, desde los inicios de la reforma se recomendó, y para las nuevas iglesias muy pronto se mandó, colocar la mesa de cara al pueblo.

C) El altar debe ser el centro de atención de toda la asamblea: Fundamental. El centro de la piedad cristiana no son ni  las imágenes , ni las devociones, sino la acción de Cristo que en la celebración del sacramento llega a su culminación.
Por ello el altar- no las imágenes, ni siquiera el sagrario, debe ocupar el centro de la atención de los fieles.

D) El altar debe ser único y dedicado sólo a Dios: Si el altar es sólo la mesa eucarística, el altar debe ser único como una sola es la eucaristía. Además, porque el altar, por su misma naturaleza, está dedicado a la celebración eucarística.

E) El altar debe estar consagrado o por lo menos bendecido: La celebración de la eucaristía es el rito máximo y el único necesario para dedicar un altar; no obstante, de acuerdo con la común tradición de la Iglesia, antes de celebrar la eucaristía sobre el nuevo altar , se hacen significativos ritos en el mismo altar, entre los que se destacan una peculiar oración de dedicación, que expresa la voluntad de dedicar para siempre el altar al Señor y se pide su bendición sobre él.

F) El altar debe ser de piedra natural o de otra materia noble: Así expresa mejor que el banquete de la eucaristía es también sacrificio, y con ello simboliza también que el altar es símbolo del mismo Cristo, piedra angular. San Pablo identifica a Cristo con la piedra de la que Moisés había hecho manar agua viva. Cristo mismo se había presentado como la piedra desechada por los constructores, pero convertida por Dios en la piedra angular de todo el edificio.

JOSE LAMA
Miembro Comité de liturgia parroquia del E. Santo.

Los Ornamentos Liturgicos




LOS ORNAMENTOS

LITURGICOS
 


Estas catequesis que cada semana iremos desarrollando sobre algún aspecto fundamental de nuestras celebraciones litúrgicas, son con el objeto de servir de formación  a todos los católicos que quieran vivir su fe con profundidad, y para ayudar a que la participación en las celebraciones sea cada vez más sentida y vivida.
Esta participación es una exigencia que tiene una doble proveniencia:
a) de la naturaleza misma de la liturgia, que es participación eclesial en el misterio salvador de Cristo,
b) de la identidad del pueblo cristiano, que por su sacerdocio común, recibido en el Bautismo, se asocia al sacerdocio de Cristo y debe por tanto tomar parte en la celebración de los misterios (sc 14).

En el día de hoy hablaremos sobre la importancia y el sentido  de los ornamentos litúrgicos que el sacerdote usa durante las celebraciones:

Los ornamentos litúrgicos- el alba, la estola y la casulla- que el sacerdote lleva durante la celebración de la sagrada eucaristía quieren evidenciar, ante todo, que el sacerdote no está aquí como persona particular, como éste o aquél, sino en el lugar de otro: Cristo. Su dimensión particular, individual, debe desaparecer para dar cabida a Cristo. " Y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí", estas palabras con las que san Pablo expresa el nuevo ser del bautizado, partiendo de su experiencia personal de Cristo (Gál 2,20), tienen una validez específica para el sacerdote celebrante. No es él el que importa, sino Cristo. No es él mismo el que se comunica a los hombres, sino que ha de comunicarlo a ÉL. Se convierte en instrumento de Cristo, no actúa por sí mismo, sino como mensajero, como presencia de otro- "in persona Christi"-, como dice la tradición litúrgica.
Los ornamentos litúrgicos nos recuerdan directamente los textos en que san Pablo habla de revestirse de Cristo: "En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo" dice en la carta a los Gálatas (3,27).

Los ornamentos litúrgicos remiten más allá del significado de las vestiduras exteriores, son anticipación de la vestidura nueva, del cuerpo resucitado de Jesucristo, son anticipación de lo nuevo que nos espera después de la destrucción de esta "tienda" y que nos da una "morada permanente". 

En su reflexión sobre la teología de las vestiduras, los Padres han tomado en consideración otros dos textos que, también nosotros queremos retomar en este momento, para llegar a una mejor comprensión de los ornamentos litúrgicos. En primer lugar está la historia del hijo pródigo, en la que el Padre, después de haber abrazado al que ha vuelto a casa, da la orden: "Traed a prisa el mejor vestido..." (Lc15,22). El texto griego dice el "primer" vestido y fue así como lo leyeron y entendieron los Padres. El primer vestido es para ellos el vestido en el que fue creado Adán  y que había perdido por querer hacerse igual  a Dios. Desde entonces, todos los vestidos que el hombre lleva no son más que pobres sucedáneos de la luz de Dios, que proviene del interior y que era su verdadero "vestido". De este modo, los Padres vislumbraban en la historia del hijo pródigo y su vuelta a casa, la historia de la caída de Adán ,la caída del hombre (Gn 2,7) , y entendieron la parábola de Jesús, al mismo tiempo, como el anuncio de la vuelta a casa y la reconciliación del hombre: el que vuelve a la fe, vuelve a casa, recupera el "primer" vestido; queda revestido, nuevamente, de la misericordia y del amor de Dios, que son su verdadera belleza.
El gran arco que va desde la creación y la caída de Adán hasta el vestido blanco de la eternidad , está contenido en el simbolismo de los ornamentos litúrgicos y todo ello fundado en el centro cristológico: "Revestíos de Cristo", sed, ya  ahora, una sola cosa con ÉL, miembros de su cuerpo.

JOSE DE JESÚS LAMA
Miembro comité de liturgia parroquia Espíritu Santo. 

lunes, 22 de noviembre de 2010

UNA VISIÓN CLARA SOBRE LA LITURGIA


Monseñor Guido Marini, es el maestro de Ceremonias Pontificias del Santo Padre, con seguridad muchos de ustedes lo han reconocido por su participación en las celebraciones pontificias, en las que en cumplimiento de su ministerio, se lo ve acompañando al Santo Padre Benedicto XVI. Recientemente ha sido entrevistado por “Gaudium Press”, refiriéndose a varios temas entre los que se destaca su afirmación acerca de la importancia de amar la liturgia y vivirla con fidelidad a las indicaciones de la Iglesia.
GP -¿Cómo es que la Iglesia católica entiende la liturgia después del Concilio Vaticano II? ¿Cuál es el sentido, el corazón de la liturgia? El Santo Padre durante su reciente viaje a Inglaterra, en la Catedral de Westminster habló sobre la dimensión del sacrificio.
Creo que hay dos aspectos de la celebración eucarística donde uno debe estar unido al otro. Porque, como se dice también en los documentos del magisterio, la Misa es la renovación del sacrificio del Señor y, al mismo tiempo, es también el momento, el lugar en el cual este sacrificio se comunica a nosotros a través de la señal de la convicción. Por eso creo que hay dos elementos, ambos fundamentales para la comprensión de la celebración eucarística. Creo también que la dimensión sacrificial es una dimensión de fundación. Porque si no existiera el sacrificio redentor, no existiría ni la posibilidad de comunicar este sacrificio y así entrar en comunión con la salvación, la cual nos fue dada por nuestro Señor Jesús. Pienso que esto es la visión que la Iglesia nos transmite a través de su enseñanza, y que nos lleva al corazón auténtico de la liturgia.
GP - El Santo Padre se refiere también a la cuestión de la justificación. Siempre hablando sobre liturgia, ¿De qué forma la Iglesia Católica presenta el tema de la justificación en Cristo?
En el ámbito de la liturgia, justamente porque repropone, presenta, actualiza el misterio de la salvación, esto es, del Señor que murió y resucitó por nosotros, se presenta también como el momento de la justificación de la humanidad y del hombre. Porque nosotros sabemos que el hombre es salvado justamente en virtud de este misterio de muerte y resurrección. Claro que después cada uno se debe apropiar personalmente, subjetivamente, de esta justificación que fue dada. Entonces me parece que los dos aspectos son importantes, ambos fundamentales de la participación en la liturgia. Por una parte viene un don, que es el don de la salvación, y por tanto el misterio que se renueva. Por otro, este don debe ser, sin embargo, acogido en la vida de cada uno y debe tornarse vida de la vida. Entonces, hay siempre esta relación entre don y responsabilidad, justificación dada y justificación acogida en la propia vida.
GP - El entonces profesor Ratzinger en sus escritos habla en la reforma, sobre la reforma de la liturgia. ¿Cómo ve usted esta exigencia de las reformas, de los cambios en la liturgia? De hecho, algunos cambios ya fueron introducidos por el Santo Padre Benedicto XVI.
Cuando a veces se habla y se usa este término "reforma de la reforma", se arriesga a ser "mal entendido". Porque no todos lo entienden de la misma manera y no todos lo captan del mismo modo. Creo que, además de las frases hechas, aquello que es importante, es que la reforma que el Concilio Vaticano II inició sea efectivamente realizada de modo completo según las enseñanzas del Concilio, que colocan la liturgia en una continuidad con toda su tradición en el mismo tiempo con el criterio de desarrollo orgánico. Como debe ser siempre en la vida de la Iglesia. La actuación práctica de la reforma después del Vaticano II no está siempre feliz. Exactamente, por esto, es que tal vez sea necesario hacer alguna corrección, algún cambio, alguna mejoría, justamente para actuar de modo completo a las indicaciones del Concilio y hacerlas de forma que parezca cada vez más claro con el desarrollo de la liturgia de la Iglesia, y se ubique en orgánica continuidad con la que la precedió.
GP - Una de las indicaciones del Concilio Vaticano II, no realizada en la práctica, fue el deseo de un movimiento litúrgico dentro de la Iglesia, principalmente en Alemania y Francia. ¿Ahora cómo se ve esta exigencia en la pastoral litúrgica?El propio Papa, todavía cardenal, había deseado un renovado movimiento litúrgico que pudiese crear las condiciones, las bases, para el desarrollo interior, la profundización de la vida litúrgica de la Iglesia. Así como fue antes del Concilio Vaticano II. Aquí también hay diversos modos de ver, de extender las relaciones entre el movimiento litúrgico, antes del Concilio, con este movimiento litúrgico que continúa con el interés de que sea más significativo, tal vez renovado. Creo que la vida litúrgica de la Iglesia conoce un florecimiento, siempre que hay un terreno que sea capaz de hacer florecer. Entonces creo que es importante el amor a la liturgia, y también el vivir la liturgia con fidelidad a las indicaciones de la Iglesia, a fin de tornarse, de algún modo, aquel gran movimiento litúrgico que después puede traer frutos para la vida litúrgica de la Iglesia.
GP - El Santo Padre durante su audiencia general del 29 de septiembre dijo que "La Liturgia es una gran escuela de espiritualidad". ¿Qué quería decir el Santo Padre?
Creo que él quería decir que la espiritualidad cristiana nace de la liturgia y crece con la liturgia. Pienso que no es imaginable la espiritualidad fuera del contexto litúrgico. Justamente, porque es de la liturgia, es que nosotros obtenemos la gracia que nos salva, y es en la liturgia que nosotros crecemos dentro de esta gracia que nos salva. Nosotros encontramos al Señor vivo, presente en la Iglesia, operante en su Iglesia de modo más alto, justamente en la liturgia. Entonces, si esto faltase, de verdad faltaría la fuente, la fuerza para cualquier espiritualidad. Una verdadera vida espiritual, un crecimiento de la vida espiritual, un camino íntimamente espiritual, sólo es posible en relación con la liturgia.
Fuente: Gaudium Press.

viernes, 19 de noviembre de 2010

EL LENGUAJE DE LAS MANOS

recomiendo, si puedo hacerlo, seguir esta serie de textos referidos a la liturgia. Si usted es especialista en el tema, le será de utilidad,aunque ya los conozca. Si es un miembro bautizado en la Iglesia Católica, aprenderá algo que le es propio. Si es un miembro comprometido, conocerá la riqueza de la liturgia y lo animará a participar con más provecho en las celebraciones. Si forma parte de un equipo o grupo de liturgia en su parroquia, aprovéchelo y coméntelo en alguna reunión. A todos mis saludos cordiales en Cristo y María.
El hombre de hoy—también el cristiano—parece que tiene cierta dificultad en expresar con gestos sus sentimientos religiosos.No le cuesta tanto "decir" su oración, expresarla con palabras o concantos. Pero a veces—tal vez por influencia de su entorno secularizado—siente un poco de pudor si se le invita a elevar los brazos o juntar las manos o hacer una genuflexión.
Sin embargo, nuestra oración, sobre todo en la celebración litúrgica,sólo es completa y expresiva cuando el gesto y la acción se unen a la palabra. Todo el cuerpo se convierte en lenguaje: los ojos que miran, las posturas del cuerpo, el canto, el movimiento, las manos...Las manos hablan
Las manos son como una prolongación de lo más íntimo del ser humano. Representan una admirable fusión del cuerpo y del espíritu. A veces unidos a la palabra, y otras veces sin ella, los gestos de una mano pueden expresar, con su lenguaje no-verbal e intuitivo, una idea,un sentimiento, una intención. Y lo hacen con elocuencia.
En nuestra vida social todos llegamos a entender la "gramática"de unas manos que se tienden para pedir, que amenazan, que mandan parar el tráfico, que saludan, que se alzan con el puño cerrado, que hacen con los dedos la V de la victoria, que cogen en silencio la mano de la persona amada, que se tienden abiertas al amigo, que ofrecen un regalo, que dibujan en el aire una despedida...
El gesto de una mano no sólo subraya o indica una disposición interior,no solo es "instrumento" para que otros conozcan mi intención o mi sentimiento. El gesto—la mano misma—de alguna manera "realiza" ese sentimiento y esa voluntad íntima. Es algo integrante de mi expresividad total, con o sin palabras.
También en la oración o en la celebración litúrgica, el lenguaje de unas manos que se elevan al cielo o se tienden al hermano es el discurso mas expresivo que en un momento determinado podemos pronunciar.La mano poderosa y amiga de Dios
Cuando la Biblia quiere simbolizar el poder creador de Dios o sus hazañas salvadoras o su cercanía de Padre, muchas veces recurre a la metáfora de sus manos.
Todo el mundo creado es "la obra de sus manos" (Ps 18,2) Pero también lo es toda la serie de intervenciones en la historia de la salvación en favor de lo suyos: "Yahvé nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido" (Dt 26,8); "ha desnudado Yahvé su santo brazo a los ojos de todas las naciones" (Is 52,10). Es la imagen magistral que Miguel Ángel nos dejó en la Capilla Sixtina con la escena de la creación de Adán: el brazo y el dedo de Dios extendido en un gesto creador.
Es el símbolo del poder y de la acción. Pero también de la amistad: alargué mis manos todo el día hacia mi pueblo" (Is 65,2). O, como dice la Plegaria Eucarística cuarta del Misal: "compadecido, tendiste la mano a todos, para que te encuentre el que te busca".
Así pudo Lucas resumir la acción salvadora de Dios en las expresiones del Magníficat y del Benedictus: "desplegó la fortaleza de su brazo,dispersó a los soberbios" (1,51), arrancándonos "de la mano de los enemigos" (1,71). Y sobre el Bautista, ya desde su niñez: "la mano del Señor estaba con él" (1,66).
Hablar así de la mano de Dios es el que salva, el que da, el que ejerce su poder, el que siempre está cerca para tender su mano.Las manos del orante
También en la dirección contraria—desde nosotros hacia Dios—los brazos y las manos pueden expresar muy bien la actitud interior y convertirse en símbolos de la oración. a) Los brazos abiertos y elevados han sido desde siempre una de las posturas más típicas del hombre orante.

BRAZOS/ABIERTOS: Son el símbolo de un espíritu vuelto hacia arriba,de todo un ser que tiende a Dios: "toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote" (Ps 62,5); "suba mi oración como incienso en tu presencia, el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde" (Ps 140,2).Unos brazos elevados, unas manos que tienden a lo alto, son todo un discurso, aunque digan pocas palabras. Pueden ser un grito de angustia y petición, o una expresión de alabanza y gratitud.
A los Santos Padres les gustaba comparar esta actitud del orante con la de Cristo en la Cruz. Al cual, a su vez, veían prefigurado ya en la famosa escena de Moisés, orando intensamente a Dios en favor de su pueblo que luchaba contra Amalec (Ex 17): cuando lograba mantener sus brazos elevados, Israel llevaba las de ganar. Figura expresiva de un Cristo que intercede por la humanidad en la Cruz y consigue para todos la Alianza nueva. El que ora con los brazos abiertos y elevados es visto en esta misma perspectiva: "si statueris hominem manibus expansis,imaginem crucis feceris" (si colocas a un hombre con sus manos extendidas, tienes la figura de la cruz: Tertuliano, Nat. 1,12,7).
La primera Plegaria de la Reconciliación habla de Cristo en la Cruz:"antes de que sus brazos extendidos dibujaran entre el cielo y la tierra el signo imborrable de tu Alianza...".
El orar en esta postura tiene un tono expresivo no sólo de petición por sí mismo, sino de intercesión por los demás.b) Las palmas de las manos hacia arriba: ésta es la postura que se suele encontrar en muchas imágenes antiguas del orante.
Manos abiertas, que piden, que reconocen su propia pobreza, que esperan, que muestran su receptividad ante el don de Dios.
Manos abiertas: lo contrario del puño violento o de las manos cerradas del egoísmo.
Un cristiano que se acerca a comulgar y recibe el Pan de la Vida con la mano extendida, "haciendo a la mano izquierda trono para la derecha,como si fuera ésta a recibir a un rey", como ya en el siglo cuarto describía el rito S. Cirilo de Jerusalén, está dando a su gesto un simbolismo de fe muy expresivo.
c) Las manos unidas: palma contra palma, o bien con los dedos entrelazados. Es una postura que parece que no se conocía en los primeros siglos, y que puede haberse introducido por influencia de las culturas germánicas. Aunque en el Oriente es también muy conocida.Es la actitud de recogimiento, de la meditación,de la paz. El gesto de uno que se concentra en algo, que interioriza sus sentimientos de fe. Lapostura de unas manos en paz, no activas, no distraídas en otros menesteres mientras ora ante Dios.
Naturalmente, la postura de unas manos puede ser sólo algo exterior,sin que responda a la actitud interior. Sería merecedora de la queja deDios: "no me agrada cuando venís a presentaros ante mí... y al extender vosotros vuestras palmas me tapo los ojos por no veros" (Is 1,11.15).Es la sintonía entre la actitud del alma y la de las manos la que puedeexpresar en plenitud los sentimientos de un cristiano en oración: "que los hombres oren en todo lugar, elevando hacia el cielo unas manos piadosas" (1 Tim 2,8).Las manos del presidente de la celebración
El que más elocuencia debe tener en sus manos, durante la celebración cristiana, es el presidente. Su misma actitud corporal y los movimientos de sus brazos y de sus manos pueden ayudar a todos a entrar mejor en el Misterio que se celebra.
Un presidente, de pie ante la comunidad y ante Dios, con los brazos abiertos y las manos elevadas, proclamando la plegaria común,ofreciendo, invocando; un presidente que saluda con sus manos y sus palabras a la comunidad reunida, que la bendice, que le da la Eucaristía: es él mismo un signo viviente, que a la vez representa a Cristo y es el punto de unión y comunicación de toda la comunidad celebrante.

Muchos de sus gestos no le pertenecen: no son expresión sin más de sus sentimientos en ese momento, sino que están de alguna manera"ritualizados", porque son signo de un Misterio —tanto descendente como ascendente—que no le pertenece, sino que es de toda la Iglesia. Pero él da al rito su sentido vital, haciéndolo con elegancia, con pausa, con expresividad, con convicción. Sus manos son prolongación en este momento de las de Cristo: que tomó el pan "en sus santas y venerables manos" (como dice la Plegaria primera del Misal), lo partió y lo dio
El presidente expresa también con sus manos la comunión con la asamblea, la dirección vertical hacia Dios, su propio compromiso de orante. Cuando se lava las manos, antes de empezar la Plegaria Eucarística, esta dando importancia al simbolismo que esas manos tienen, consciente de su debilidad, hace ante todos un gesto penitencial,porque no se siente digno, ni ante Dios ni ante la comunidad, de elevar esas manos en nombre de todos hacia Dios.Manos que ofrecen
Hay unos momentos particularmente expresivos: cuando las manos del presidente se elevan con el pan y el vino.

Son tres estos gestos en la celebración de la Eucaristía:a) cuando en el ofertorio el sacerdote presenta el pan y el vino, elevándolos un poquito sobre el altar; este momento no tiene todavía mucha importancia: las palabras que los acompañan, el Misal supone que normalmente se dicen en secreto (aunque es facultativo que se digan en voz alta); es un gesto de presentación, no tanto de ofrecimiento: el ofrecimiento verdadero vendrá después, cuando ese pan y ese vino se hayan convertido en el Cuerpo y la Sangre del Señor; b) en la consagración, después de pronunciar sobre cada uno de los dones las palabras de Cristo, el sacerdote los eleva un poco,mostrándolos a los fieles; es un gesto que se introdujo a principios del siglo XIII, con la intención de favorecer que los fieles "vieran" la Eucaristía; y como el sacerdote estaba de espaldas, tenía que elevar los Dones de una manera notable; ahora esta elevación no es necesario que sea tan pronunciada: no tiene todavía el sentido de ofrecimiento, sino de"mostración" u ostensión al pueblo;c) y por fin el momento culminante, cuando al final de la Plegaria Eucarística, mientras proclama la "doxología" ("por Cristo, con El y en El..."), el sacerdote eleva el Cuerpo y la Sangre de Cristo—esta vez los dos juntos, uno en cada mano—hacia Dios, a quien dirige "todo honor y toda gloria"; es la "elevación" más antigua y la más importante, y la que con mayor énfasis debe hacer el presidente: precisamente por ese Cristo que tiene en las manos es como la comunidad rinde a Dios el mejor homenaje de adoración.La jerarquía entre estos tres gestos de elevación se ve claramente enel Misal, que ha cuidado los términos en cada caso:—en el ofertorio, el sacerdote "tiene la patena con el pan y la sostieneun poco elevada sobre el altar" (aliquantalum elevatam: un poquito elevada),—en la consagración "toma el Pan y teniéndolo un poco elevado sobre el altar (parum elevatum: un poco elevado), lo muestra al pueblo...",—mientras que en la doxología final, toma "la patena con la Hostia, y el cáliz, y elevando ambos (utrumque elevans) dice...".El momento en que más solemnemente ofrecemos a Dios nuestro mejor don—que es a la vez el suyo, el Cuerpo y Sangre de Cristo—es éste al final de la Plegaria.Una asamblea no maniatada
Durante los primeros siglos los fieles imitaban la postura y los gestos del presidente: oraban de pie, mientras escuchaban la Plegaria Eucarística, y en determinados momentos elevaban también sus brazos alcielo. Con ello seguían la tradición bíblica ("y todo el pueblo, alzando las manos, respondió: amén, amén", Neh 8,6) y la postura normal de la oración.
Más tarde cambiaron las cosas, porque a partir del siglo XI se fue generalizando la postura de rodillas para los fieles, mientras el presidente quedaba en pie. Y los movimientos de brazos se reservaron a éste.
Ahora, en la celebración eucarística, la asamblea tiene contados movimientos con sus manos: la señal de la cruz, los golpes de pecho,extender su mano para la comunión, dar la mano o el brazo en el momento de la paz...
Sería interesante que, al menos en celebraciones de grupos o en circunstancias especialmente festivas, las manos de la asamblea tambiénse liberaran para utilizar su lenguaje de fe. No es nada extraño que en el Vaticano los fieles aplaudan, o que en Lourdes desplieguen antorchas, o en momentos muy festivos (como el final de la Asamblea diocesana deBarcelona) agiten banderas de colores, o que reciten el Padrenuestro con los brazos elevados al cielo...
En la nueva edición del Misal italiano (1983) se dice expresamente de todos los fieles: "durante el canto o la recitación del Padrenuestro, sepueden tener los brazos ex tendidos; este gesto, oportunamenteexplicado, se haga con dignidad en clima fraterno de oración".
La liturgia también pasa por las manos.
Unas manos que dan, que ofrecen, que reciben, que muestran, que piden, que se elevan hacia Dios, que se tienden al hermano, que trazan la señal de la cruz...
Es bueno que haya sencillez, sobriedad y gravedad en la celebración.Pero no lo es que las manos queden como atrofiadas e inexpresivas. No hace falta llegar al éxtasis y a la teatralidad. Pero tampoco es propio de la celebración cristiana que todo lo encomendemos a las palabras, y no sepamos utilizar—sobre todo los ministros—el lenguaje corporal.
Ya sé que todo gesto presenta la tentación de dejar satisfecho por su sola ejecución, y no preocuparse por su contenido humano o espiritual.
Pero una recta educación al gesto litúrgico, y una motivación de cuando en cuando recordada, pueden llevar a que sean algo más que movimientos rituales sin sentido.

Gestos bien hechos, reposados, en sintonía con la riqueza interior de fe: gestos dirigidos a Dios, gestos dirigidos a los hermanos. Gestos no vacíos, o simplemente porque están mandados, sino llenos, auténticos.
Autor: José Aldazabal.
Fuente: mercabá.org

miércoles, 15 de septiembre de 2010

EL LECTOR, PROCLAMADOR DE LA PALABRA




te presento este trabajo que he utilizado con éxito en muchos encuentros de preparación de lectores para la celebraciones litúrgicas. Espero que te sea de utilidad al momento de servir a tus hermanos en el ministerio del lector. 1. Proclamación de la Palabra. ¿Cómo debo leer la Sagrada Escritura en público? ¿Cómo mantengo mi seguridad y sinceridad al proclamar? ¿Cómo puedo leer naturalmente y, a la vez, proyectar la voz hacia toda la asamblea? La bendición que el obispo y el sacerdote da al diácono antes que éste proclame el evangelio, puede servir como respuesta a las preguntas anteriores. “El Señor esté en tu corazón y en tus labios para que anuncies digna y competentemente su santo evangelio”

2. Lee las tres lecturas. El evangelio nos da muy a menudo una idea de cómo debe leerse la primera lectura. Lee también los comentarios que tengas a mano. En estos encontrarás ideas para ayudarte a interpretar mejor lo que vas a leer. Cada vez que reces en la semana, relaciona tu oración con las lecturas que proclamarás el domingo. Recuerda que proclamar la Palabra es un ministerio. 3. Hazte transparente. Estos apuntes quieren ayudarte a fin de afirmar y resaltar tu capacidad interpretativa. Pero esto no quiere decir que la atención del oyente en la asamblea ha de estar dirigida hacia ti, porque lo más importante es la Palabra que proclamas. Como la música bella, la proclamación bien hecha es un arte. Los mejores actores aspiran a la “transparencia”, es decir, a perderse detrás del papel que interpretan. El mejor actor se destaca de los demás en cuanto que, durante su actuación, el público no le ve a él sino al personaje que interpreta, a esto se refiere el término “transparencia”. Y esa debe ser tu actitud como lector, meta que alcanzarás si empleas correctamente las técnicas de la interpretación, en vez de ignorarlas. Un lector tedioso o desaliñado, incapaz de diferenciar entre los personajes que interpreta, que lee con un ritmo demasiado acelerado o lento, desganado, que no sabe resaltar las descripciones más hermosas de un pasaje, que adopta un tono “monótono”, sin variar la voz para culminar una inflexión descendente o seguir adelante con un tono ascendente cuando es necesario, que no hace las pausas adecuadas, ese lector llama la atención hacia si mismo, ese lector es como una pared. La asamblea ve exclusivamente su persona y no puede ver más allá, en cambio, el lector verdaderamente comprometido, que emplea las técnicas más efectivas para darle vida a la lectura, es una ventana por la cual la asamblea puede ver más allá de lo inmediato. La asamblea puede seguir viendo la presencia del lector pero se olvida de ella y entra en el mundo que éste, con su voz, ha dibujado para ella. 4. El énfasis. No todas las palabras tienen el mismo valor. Algunas son más importantes que otras. Ciertas palabras expresan un sentimiento con mayor intensidad o están cargadas de emoción. Debes descubrir las palabras clave de una oración, las que trasmiten el significado de una frase. Estas expresan la acción y el efecto o resultado de algo. Los sustantivos son de suma importancia. Los adjetivos y los adverbios son palabras descriptivas que aportan color a la frase. En castellano ponemos más énfasis en los adjetivos, que ayudan a resaltar el sentido de la frase y aclarar el mensaje del autor. El contexto de la frase determina dónde se pone el énfasis, pero también es importante que se siga el ritmo natural de la frase y que se dé a las palabras un énfasis acorde con el ritmo natural. Ejemplo: “Hablen a Jerusalén, hablen a su corazón”, sigue el ritmo natural de la frase y respeta la variedad. Las preposiciones no reciben énfasis por lo general, a menos que se esté tratando de subrayar una dirección o marcar un tiempo. Puedes modificar el énfasis cuando consideres necesario, pero asegúrate de entender bien lo que estás haciendo. Es verdad que no existe una manera exclusiva de acentuar un texto. Proclamarás con más éxito cuando respetes la intención del autor, dándole actualidad a las palabras y preservando, a la vez, su significado original. 5. Palabras cuyo sonido refleja el significado. Estas palabras exigen un énfasis especial. El sonido de ciertas palabras, como: “brotará”, “se burlaron”, “desolado”, refleja su significado; el autor las ha elegido para expresar con más fuerza cierto sentimiento particular. Respeta la función de estas palabras. No se lee de la misma manera: “para enfrentar esta angustia”, que para enfrentar esta preocupación”. 6. Unidades de pensamiento. Muchas oraciones expresan más de una idea. Cuando se juntan muchas palabras, es fácil que el sentido de la oración se vuelva borroso y que las ideas no se puedan distinguir unas de otras. La puntuación guía el ojo del lector, no el oído, y a veces no indica correctamente qué palabras han de leerse en grupo y qué palabras o frases hay que separar con una pausa. Como lector, debes fijarte en esas unidades de pensamiento y emplear la voz de manera que se note la diferencia entre ellas. El oyente depende totalmente de ti y de la manera que organizas las ideas. 7. Pausas. Todas las pausas no tienen el mismo valor. Las pausas no son momentos “muertos”. Hay pausas que sirven para crear anticipación, crean un silencio que dice: “algo va a pasar”. Las pausas te ofrecen la oportunidad de conectar lo que acabas de leer con el pensamiento que sigue. Cuando llegues a una pausa, piensa que en su lugar hay una palabra o frase conjuntiva, como: “y entonces” o “sin embargo” u otra frase que se aplique al contexto. Sólo la práctica te permitirá determinar cómodamente la extensión de las pausas y llenarlas correctamente. Más pausas de las necesarias resultan una lectura irregular, cortada, mientras que pocas pausas provocan amontonamiento de palabras que pueden resultar incomprensivas. Haz siempre una pausa alargada después de decir: “Lectura de….”, y lo mismo al finalizar el texto y antes de decir “Palabra de Dios”. Esta última frase es muy importante y debe decirse con la mayor expresividad. 8. Alargamiento y continuación. Normalmente, al final de la frase, se hace una pausa que va acompañada de una entonación descendente, es decir: se baja la voz en un tono que indica final o conclusión: p.ej. “En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: escuchen esta comparación del Reino de Dios”. Sin embargo, a veces, se requiere un tono ascendente al final de la frase, se tal forma que se suba un poco el tono de la voz y se dé lo que se llama “alargamiento”. El alargamiento requiere que la palabra se extienda y que se dé una conexión sutil entre dos frases: la de la palabra de alargamiento y la que sigue: p.ej. “Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas”. 9. Los personajes. La mayor parte de las Escrituras están pobladas de diversos personajes que se destacan por su personalidad y comentarios. Como cada personaje es distinto, cada uno tiene su voz individual y al interpretarlo debes comunicar esa individualidad. Cuando ensayas cada lectura, familiarízate con los pensamientos y sentimientos de esos personajes y con aquello que los motiva a actuar de una manera determinada. El lector más eficaz es capaz de transmitir el carácter individual de cada personaje y no confundirlos todos. 10. El narrador. El narrador es muy a menudo el eje de la lectura. La voz que le pones, el timbre, tono, ritmo y fuerza pueden evocar diferentes sentimientos, y hasta darle otros sentidos a sus palabras. En algunos casos el narrador es objetivo: capaz de desaparecer emocionalmente de la situación que describe, p.ej. “dijo Jesús a sus discípulos”. Pero lo más común es que el narrador exprese un punto de vista subjetivo y comunique un interés emocional y personal respecto a los acontecimientos y personajes: p.ej. “Al ver Jesús el llanto de María y de todos los judíos que estaban con ella, se conmovió hasta el alma”. Haz tuyo el punto de vista del narrador, y analiza por qué él desea contar cierta historia. 11. Citas indirectas. Algunos trozos narrativos adoptan el carácter de un diálogo. El narrador puede estar transmitiendo a los oyentes las palabras de un personaje sin citarlas directamente. Cuando ocurra esto, lee esas citas indirectas, no desde la perspectiva del narrador sino desde la perspectiva del personaje que las dijo. Ejemplo, cuando el evangelio dice: “Debido a eso, Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo”, puedes mostrar enojo y perturbación con tu voz al leer: “lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo”, tal como lo haría Pedro. 12. El comienzo y el final. Cada lectura tiene tres momentos críticos: el comienzo, el momento culminante y el final. Al comenzar es muy importante que mires a la asamblea y establezcas contacto visual con ella, respires hondo, y luego sí, digas: “Lectura de….”. Inmediatamente te detienes por dos o tres segundos y comienzas con la lectura. Al llegar a las últimas palabras del texto, prepara su culminación disminuyendo el ritmo de lectura, de modo que sea evidente su conclusión. Al terminar la lectura establece nuevamente contacto visual con la asamblea mirándola fijamente. Luego de dos o tres segundos pronuncia, de memoria, la frase: “Palabra de Dios”. Estas palabras nunca deben tomar por sorpresa a la asamblea. Sigue mirando atentamente a la asamblea hasta que haya pronunciado la respuesta: “Te alabamos, Señor”. Luego, sí, baja tranquilamente del ambón. 13. Contacto visual. Por medio del contacto visual estableces una conexión con los oyentes. Cuando los miras, ellos están confiados que reconoces su presencia y de que estas allí por y para ellos. El contacto visual confirma que estás consiente de los oyentes y les comunicas tu deseo de compartir la Palabra de Dios con ellos. Esta acción de bajar la vista al texto y subirla mirando a la asamblea, jamás debe parecer automática, exagerada o incómoda. Es preferible mirar a la asamblea con menos frecuencia pero con más fijeza, que mirar a menudo pero sin uniformidad. 14. Ritmo. ¿Cómo se determina el ritmo? ¿Cuándo se acelera o se retarda la lectura? Todo depende de lo que lees, a quienes y donde. Mientras más grande sea el templo, más lleno de fieles, y más complicada sea la lectura, más importante será leer lento. Si te equivocas, es preferible leer a paso lento que acelerado. Recuerda que los oyentes no han estudiado el texto y que para ellos es algo nuevo. Leerás mesuradamente si lees ideas y conceptos y no meras palabras, si compartes imágenes y no sólo oraciones. Piensa las ideas (como si lo hicieras por primera vez) y mira las imágenes con tu propia mente antes de compartirlas con la asamblea. Cuando conversas con una persona, no te pones a recitar ciegamente una lista de ideas o argumentos que apoyan tu posición. Más bien, surgen una por una en tu mente, y este proceso requiere tiempo. Así, por tanto, has de leer las ideas de Jesús o las discusiones de Pablo, con calma. Asimismo, debido a que el diálogo es una imitación de una conversación verdadera, usualmente se lee a paso más acelerado que el que se usa en la parte narrativa de la historia. Si el sistema acústico amplificador del templo produce eco, tendrás que retardar el ritmo más de lo normal. Ten muy presente lo que sigue: el ritmo es un elemento indispensable para la comprensión del texto que se proclama; es la manifestación externa del dinamismo interno del pasaje. De ahí que sea necesario equilibrar diversos movimientos en una lectura. El lector, desde la primera frase, debe imponer atención por medio de una voz sosegada y firme, que anuncia y transmite un mensaje. Una lectura demasiado rápida se hace incomprensible, pues obliga a hacer un esfuerzo mayor. Por el contrario, la excesiva lentitud provoca apatía y somnolencia. La estructura del texto es la que impone el ritmo, pues no todo tiene la misma importancia dentro del conjunto. Se puede leer más aprisa un pasaje que tiene menor importancia, y dar un ritmo más lento a las frases que merecen un mayor interés. La puntuación debe ser escrupulosamente respetada. Las pausas del texto permiten respirar al lector, y ayudan al auditorio a comprender plenamente lo que se está leyendo. 15. Articulación y tono. La lectura debe llegar a la asamblea sin que se pierda una palabra o una sílaba. Al leer se debe abrir la boca lo suficiente para que se escuchen perfectamente todas las vocales, y para que las consonantes se hagan sentir con nitidez. Las frases o palabras que forman grupo, deben ser leídas sin interrupción para no romper el sentido del conjunto. Al texto hay que darle vida. Aunque la lectura se haga con claridad, se puede caer en la monotonía. Esto se evita con el tono y el ritmo que se den a la lectura. Es preciso huir de la voz monocorde y del “tonito”. Las interrogaciones y los paréntesis en el texto son una buena ocasión para subir o bajar la voz. Por otra parte, la acústica del templo impone ciertas condiciones al lector. Tan molesta puede resultar una voz hiriente, que grita, en un templo pequeño, como una voz apagada y mortecina en un templo grande. 16. Leer con expresión. El lector debe identificarse con lo que lee, para que la palabra que transmite surja viva y espontánea, captando a los oyentes, y penetre en el corazón del que escucha. Para que la lectura sea expresiva, el lector tiene que procurar leer con: Sinceridad: es decir, sin condicionamientos, hinchazón, o artificios. Claridad y precisión: conduciendo al oyente hacia el contenido, sin detenerse en las palabras. Recogimiento y respeto: como corresponde a una acción sagrada. 17. La pronunciación. Antes de leer frente a la asamblea, debes ensayar a solas frente al espejo. Practica la pronunciación varias veces recordando que el idioma castellano es silábico, es decir, que cada sílaba se pronuncia claramente distinguiendo las vocales. Si te resulta difícil de pronunciar una palabra, divídela en sílabas y empieza a pronunciar desde la final hacia el principio. P.ej. Tesalonicenses: Dí: “sences” (tres veces); “ni-cen-ces” (tres veces); “sa-lo-ni-cen-ces” (tres veces); “Te-sa-lo-ni-cen-ses” (tres veces o más); Repite despacio cada parte hasta que te sientas cómodo diciendo la palabra a ritmo normal. 18. Errores comunes. Si por alguna razón te pierdes en un versículo, pronuncias mal alguna palabra o interrumpes la lectura, haz una pausa corta, tranquilízate y repite el texto pronunciado mal. 19. Tu presencia. Vístete con recato, ya que no deseas llamar la atención hacia tu manera de vestir, sino hacia la Palabra que vas a proclamar. Tu figura o la disposición de tu cuerpo es parte integrante de la proclamación. Asegúrate de que tu presencia refleje lo que proclamas, porque al hablar, tu persona y la Escritura se convertirán en uno. No dejes que tu postura en el ambón o tu figura contradigan las buenas noticias que proclamas. 20. Estudia las lecturas que vas a proclamar. • Medita sobre las lecturas, durante la semana, antes de proclamarlas. • Profundiza en el conocimiento del texto que proclamarás. Consulta un comentario bíblico para entenderla mejor. • Acompaña este estudio con la oración. • Toma en cuenta el género literario del texto. Es importante saber si es profético, lírico, narrativo, meditativo, o si es una súplica. • No trates de imponer tus propios sentimientos en la lectura; intenta manifestar el contenido del texto según la intención del autor. • Practica en tu vida diaria, las enseñanzas de la lectura. 21. Al momento de la lectura. Antes que te toque leer, escucha al otro lector, pon atención en su manera distinta de proclamar; imagina que eres tu el que habla. Cuando el otro lector termina de leer, respira profundamente y cálmate. Al llegar al micrófono, asegúrate que esté a la altura de tu boca y frente a ella. No lo soples ni lo golpees. Ajústalo con cuidado. Párate derecho/a frente a él sin inclinarte hacia adelante, y distribuye tu peso sobre ambos pies. No te muevas de un lado al otro. Después de dar una mirada confiada a la asamblea, comienza la lectura con voz firme y que capte la atención de todos. Recuerda lo que dijimos al hablar del “comienzo y el final” (Nº 12). 22. Puntos para recordar.  Ensaya siempre antes la lectura en tu casa, y si es posible, también en el templo vacío.  Identifícate con lo que lees. Recuerda las imágenes mientras proclamas la lectura.  Al leer, acuérdate de proyectar la vez desde el pecho, y no dejes que sólo salga de la garganta o por la nariz.  Familiarízate con el micrófono y colócalo al nivel de tu boca, donde la voz adquiere más amplitud. 23. Si te preparas de la manera que te sugerimos aquí, podrás no sólo proclamar la Palabra con dignidad, sinceridad y claridad, sino también orar y celebrar de manera más plena, consciente y activa con toda tu comunidad. Tu participación en la celebración eucarística será fructuosa y tu ministerio de lector será un verdadero servicio a Dios y a la comunidad. Ciertamente podrás decir: “Dios está en mi corazón y en mis labios, y así puedo anunciar dignamente su Palabra”. Para ser un buen lector: Prepara bien la lectura Y sube con compostura Desde tu asiento al ambón. La Palabra que proclamas, Mensaje de Salvación, No es una palabra humana, ¡Es Palabra del Señor! Proclama con alegría, Proclama con buena voz, Dale sentido, pon vida, No defraudes al Autor. Mira al libro y al oyente, Pronuncia con claridad, No corras, que hay mucha gente Que oye con dificultad. Proclama con emoción; Fíjate bien lo que lees, Que se note que tu crees, Ese mensaje de amor

lunes, 9 de agosto de 2010

NO LO DUDES, DIOS TE AMA



¿Te parece algo común y sabido el título de esta entrada? Quizás te recuerde aquello de: "Sonríe Dios te ama". Y puede suceder que se lo tome como algo "bonito". Te invito a leer, quizás encuentres algo más profundo, quizás se transforme en un encuentro con...DIOS.

Me imagino que esto ya lo sabes, pero la pregunta es ¿Ya lo has experimentado? Porque el amor no se comprende, se siente. Si es así, permíteme preguntarte ¿Vas a la Iglesia solo por obligación? ¿Qué tan seguido buscas a Dios a través de la oración? La realidad es que la mayoría ve a Dios como un peso de leyes por lo tanto no tiene una relación personal con El. Lo toma como una pastilla para el dolor. Una vez que se siente aliviado se olvida de El. Esto es porque en realidad no esta enamorado de El.

Si hermano, hablo del amor que Dios siente por ti, pero que tú no has experimentado de manera personal, porque te has resistido a ese amor.

Hoy puedes empezar a experimentar ese amor que como se dice popularmente cuando te sientes amado y correspondido al sentirte cerca de la persona amada: “sientes que te tiembla todo el cuerpo y se te debilitan las piernas”. Precisamente resulta que cuando estas cerca de la persona amada el tiempo se te hace corto y cuando esta lejos el tiempo se te hace largo.

Quiero ayudarte a experimentar este amor de Dios, pero ante todo, quiero pedirte que no te resistas, solo déjate amar.

Ahora déjame explicarte como Dios ama aunque realmente es muy difícil explicar lo que uno siente en el corazón:

1° Dios te ama de manera personal y efectiva porque El es tu Padre.

Dios como Padre no te ama de una manera afectiva (con besos, abrazos o caricias), sino de una manera efectiva, es decir: creó un mundo hermoso con el propósito de que tu y los que amas lo habiten, te ha dado todo lo que tienes: vida, salud, talento, una familia, etc., para que prosperes y seas feliz. Dice la Biblia:

Con amor eterno te he amado, por eso prolongaré mi cariño hacia ti. (Jer. 31,3)

Dios nos conoce a cada uno de nosotros de manera personal, como un Padre que ama y conoce a cada uno de sus hijos, así es el amor de Dios hacia ti. Sabe si estas triste o alegre, conoce tus inquietudes, tus sueños, tus preocupaciones. Eres único y especial. No hay otro que se parezca a ti. No hay otro que sea idéntico a ti. Nunca te ha dejado de amar y desea que lo tomes en cuenta en tu vida, no hace falta que hables, El sabe lo que hay en tu corazón. Eres valioso para El.

2° Dios te ama sin pedirte nada a cambio.

Estamos tan acostumbrados a que nos digan que somos lo peor, que no valemos nada, que si tenemos es por pura suerte. Entonces, si llega alguien y te dice que Dios te ama sin condiciones, que vales mucho para El, pues no le creemos. O pensamos que ha de ser a cambio de algo.

Nos pasa como cuando queremos el amor de alguien. Compramos cosas y la llenamos de detalles puesto que pensamos que solo así conseguiremos su amor. Pero entiéndelo: ¡Dios no te pide nada a cambio! La Biblia dice que:
Dios es Amor. 1 Jn. 4, 8
Por lo tanto, El no te puede dejar de amar, su esencia es de amor. No pienses que Dios castiga, porque no es así. Dios es el Dios que nos presento Cristo, es amor. Por eso para quien ha experimentado el amor de Dios los problemas no son castigo de Dios.
Dios nunca te abandona, ni te abandonara; el te Ama. Dice la Biblia:

¿Podría una madre olvidarse del hijo de sus entrañas?
Pues yo nunca me podré olvidar. (Is. 49,15.)
Una mujer aunque llegue a abandonar a su hijo, jamás lo podrá olvidar. Pues Dios con amor de Padre y de Madre jamás se olvidará de ti.
Para darte su amor ¿Qué te pide entonces? Nada, su amor es sin condiciones. Cuantas veces decimos “Me tienes que amar porque yo te amo”. No. El verdadero amor se da sin esperar nada a cambio, solo se busca que el ser amado sea feliz. Así es el amor de Dios hacia a ti.
Por eso yo te pregunto:
¿Dios te ama porque ayudas a los pobres? La respuesta sería ¡No!
¿Dios te ama porque visitas a los enfermos? ¡No!
¿Dios te ama porque lees la Biblia? ¡No!
¿Dios te ama porque eres católico? ¡No!
¿Dios te ama porque eres evangélico? ¡No!
¿Dios te ama porque eres bueno? ¡No!
Dios solo te ama porque El es Amor y eres su hijo.
3° Dios te ama porque eres su hijo y quiere lo mejor para ti.
Dice San Pablo:
A Dios, cuya fuerza actúa en nosotros y que puede realizar mucho más de lo que pedimos o imaginamos. (Ef. 3,20.)
Tú eres su hijo. El es tu Padre, y como todo padre desea lo mejor para ti. ¡Te quiere ver feliz! Sin embargo, lo que un hijo puede creer que es lo mejor para el, es muy distinto a lo que el padre puede pensar. El es el mayor, el conoce la realidad y sabe que es mejor para su hijo. Aunque puede que su hijo piense que no es bueno o haga berrinche por no haber obtenido lo que quería: un padre solo quiere lo mejor para su hijo. Si un padre terrestre es así, imagínate como será nuestro Padre Dios. Dios solo te da lo mejor, aunque al negarte algunas cosas, tu creas que no te ama o dudes de su existencia.
En la película “Todopoderoso” de Jim Carrey se ve una idea acerca de que pasaría en el mundo si Dios nos complaciera con todos nuestros caprichos, el mundo seria un completo desorden.
Dios como Padre quiere que alcances tus sueños.
Dios como Padre quiere que logres esa profesión.
Dios como Padre quiere que obtengas ese trabajo.
Dios como Padre quiere que encuentres un buen esposo (a).
Dios como Padre quiere ¡QUE SEAS FELIZ!
Hoy puedes empezar a tener una relación personal con El. Aunque me dirás que llamarlo Padre no se te hace familiar, te diré que en realidad se le aclama como “Abba” es decir “Papa con cariño” o sea “Papito”.
¡Vamos regresa a casa como el Hijo Prodigo! (Lc. 15,11-32) ¡Vamos dirígete a El! ¡Vamos corresponde a Su amor! Dile Papa, papito te quiero mucho. Papito te necesito. Me haces mucha falta…